domingo, 5 de julio de 2020

JOSÉ FAORO Y SU CAIMANA

JOSÉ FAORO Y SU CAIMANA

Autor: Vladimir Hidalgo L. (Tomado del original de WhatsApp)

Viernes 3 de julio de 2020
El amor tiene muchas facetas, modos y diversidades. A principios del siglo pasado, Apure fue testigo del querer hombre-animal más hermoso y extraño de su historia. La vida compartida de José Faoro y su caimana, que se convirtió en una leyenda regional, alcanzando fama internacional.

Faoro nace en Brescia, Italia, en 1897 y vino a Venezuela a la edad de  15 años. Se radica en Los Teques, estado Miranda, conociendo ahí a un paisano de apellido Danello que lo trae a San Fernando de Apure. Inician una joyería, junto a Angelito Reyes, en la calle Comercio al lado del negocio de Luís Chang. Posteriormente compra una casa a Jesús María Hernández en la calle 24 de Julio, donde instala su legendaria y distinguida joyería.

Además de este negocio,  preparaba medicinas naturales para la cura del cáncer, hongos, asma y calvicie. Producía la Felibesta, destinada al engorde del ganado. Intentó registrar muchas de estas medicinas ante el Ministerio de Sanidad, pero jamás logró la permisología. También dedicó tiempo y esfuerzos al comercio de las plumas de garza y pieles de babo y caimán, al lado de los hermanos Barbarito y Tenerco.

Con apenas tres días de nacida llega a sus manos una pequeña caimana. Creyéndo era macho lo llamó Negro, pero con el tiempo descubrió que era hembra y su nombre cambió a Negra. Desde entonces el animalito dormía todos los dias en su pecho y la quiso como una hija consentida.

Transcurren pocos años y se une sentimentalmente a la preciosa apureña Ángela Estévez, con quien estuvo hasta el último de sus días. No tuvieron hijos, pero la caimana y muchos muchachos que criaron llenaron ese vacío. La Negra dormía con ellos hasta la medianoche y con tantos chicos en la casa jamás hubo un incidente,  mientras más cariños le hacían más dócil era. Comía diariamente tres kilogramos de pechugas, muslos o pescado de mar, pero no le gustaba el pescado de río. Como dato anecdótico no se podía tocar con palos ni pies.

Mientras Faoro descansaba en las tardes, la caimana reposaba a su lado. A la hora de levantarse su protector, ella abandonaba la habitación. Lamentablemente el italo-apureño sufre un infarto y en su lecho de muerte, con un beso intenso, le pide encarecidamente a Doña Ángela que cuide y proteja a la Negra por siempre. El 9 de julio de 1972 muere este gran hombre, querido por todos los apureños, y su caimana presintió la despedida de su amigo y padre de tantos años.

Relata Doña Ángela que al ingresar el ataúd con los restos de su esposo a la casa, la Negra pasó inmediatamente al salón donde se llevaría a cabo el velorio. Hernán Volcán,  miembro de la familia, al ver que la caimana se dirigía hacia ellos, ordenó colocar la urna en el piso, y con un salto impresionante el reptil se montó sobre ésta. Todos los presentes, entre quienes estaban Don Pedro Salas y Don Eduardo Hernández, lloraban ante esta escena de amor y dolor. El sentimiento fue inmenso y las lágrimas sinceras. Niños y adultos se confundían en este pesar y no había forma de bajar a la Negra. Ni sus más cercanos podían controlarla, tuvieron que dejarla tranquila hasta que voluntariamente descendió.


No durmió ni un minuto durante los días de velorio y entierro, pasando cuatro meses sin comer. Sólo unas inyecciones que le aplicó el Dr. Pedro Estrebado, su médico de confianza, le devolvieron el apetito. Lo insólito es que durante cuatro años no pasó jamás al salón donde se efectuó el velorio.

Al cabo de ese tiempo, Doña Ángela se peinaba en su habitación y oyó una voz idéntica a la de su amado y recordado marido y empezó a llorar de la impresión. Lo increíble es que la caimana tuvo la misma sensación y en ágil carrera pasó al salón del que se había ausentado por tanto tiempo. Comenta la viuda, " Yo me equivoqué, al igual que la caimana". Ese día fue maravilloso para esta familia, los niños aplaudían, sentándose arriba del animal, que volvió a ser el mismo de siempre. La voz que oyeron fue la de un vendedor italiano  proveedor de la joyería y con tono similar al amor de sus vidas.
El 27 de noviembre de 1992, día de la segunda intentona golpista contra Carlos Andrés Pérez,  muere la Negra de un infarto al igual que Don José. Hoy su cadáver disecado está bajo el cuidado de la familia que la adoró y recuerda, en la misma casa que la vio crecer, disfrutar, compartir y morir.

Por su bondad, amistad, generosidad y hombre que supo ganarse el respeto de la comunidad que lo adoptó, Don José Faoro es un personaje y la historia de su caimana una vivencia de mi pueblo.

* Este artículo es el  producto de una entrevista que le hiciera hace 20 años a Doña Ángela Estévez de Faoro, al lado del cadáver disecado de la Negra, y a los relatos que me hiciera mi tía Clarita Estévez,  sobrina de Ángela. Gracias al Lic. Asdrubal Estévez y al amigo Negro Aray por el apoyo fotográfico.









JOSÉ FAORO Y SU CAIMANA. ( COMPLEMENTO )


Continúa la magia y las sorpresas. Hoy domingo 5 de Julio, recibí lleno de emociones un escrito de mi vecina en la Urbanización Llano Alto, Aura de Castro, donde relata que su padre CRUZ  RAFAEL MARTÍNEZ GUEVARA es el taxidermista al que debemos la inmortalidad  física de la CAIMANA DE FAORO. Como un homenaje a este ilustre apureño publico lo recibido de manos de su hija.


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"Hola Vladimir, cómo estás. Gusto en saludarte. Pude ver tu escrito sobre la CAIMANA DE FAORO y no sabes cuanta emoción sentí al leerla, ya que ella se mantiene aún con esa honorable familia gracias al extraordinario trabajo de taxidermia realizado por mi padre CRUZ RAFAEL MARTÍNEZ GUEVARA, actualmente de 87 años. Nació el 03 de mayo de 1933.


Aprendió el oficio de taxidermia, según me cuenta desde que era una niña, cuando sirvió en el Ejército Venezolano  en el Batallón Carabobo en Naguanagua. Allí un coronel lo nombró su asistente por ser llanero y le enseñó este arte, que se convertiría en su medio de vida y sustento de la familia.


Era casi obligatorio que los turistas extranjeros que venían a San Fernando, pasaran por nuestra casa buscando un animal disecado de la fauna regional para llevarlo de regalo o recuerdo de la visita a Venezuela. Así mismo políticos y artistas de la época. Esto hizo que mi papá fuera conocido en muchos lugares por su trayectoria en ese campo.


La preservación de mascotas formó parte del día a día de mi viejo. Al fallecer éstas, las familias acudían a él para conservarlas en un lugar de la casa. Así llegó la Caimana de Faoro y fue su obra más relevante. La recordaremos siempre por su historia y lo voluminosa que era.


Cuando recibimos el cadáver en nuestro hogar de la calle Muñoz, barrio Las Marías, estaba en mal estado por el alto grado de descomposición. Tenía varios días de fallecida. Mi papá conocía a la Negra ( caimana ) porque era amigo del señor Faoro y para él tenía un gran valor sentimental, por lo que puso el mayor de los esfuerzos en disecarla. Nunca sacaba las vísceras de los animales, pero en este caso tuvo que extraerlas todas y pudo percatarse que tenía muchas piedras, que seguramente tragaba creyendo eran otras cosas. El proceso duró más del tiempo normal por lo complejo. Recuerdo todas las etapas hasta el final. Hoy se puede ver tal cual quedó, luego de tantos años de realizado el trabajo.


Tengo decenas de anécdotas del oficio de mi padre, que quisiera no olvidar jamás. Sé que como él deben haber  grandes talentos perdidos en el anonimato. Recuerdo que en el año 1974 el fallecido presidente Carlos Andrés Pérez quiso una garza blanca y mi papá se la obsequió. Fue durante un recorrido que efectuó el mandatario por Las Marías.


Durante unas ferias de San Fernando,  en la corrida el torero Bernardo Valencia cortó rabo y orejas a un toro. Llegó a mi casa con la cabeza del ejemplar y mi padre la disecó. El Conde del Guácharo ambientó un salón de espectáculos en Punta de Mata con fauna venezolana elaborada bajo estrictas medidas ambientales del momento.


Así muchas personas de distintos sectores tuvieron ese arte en sus manos, plasmando su gusto por la fauna silvestre  a través del exquisito trabajo de mi padre como taxidermista".


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Por su talento, obra y arte, Don Cruz Rafael  Martínez es un personaje de mi pueblo.


* Gracias a Aurora de Castro por regalarnos esta fascinante historia, poco conocida por las nuevas generaciones apureñas.






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