viernes, 17 de julio de 2020

DON JULIO M. ARAY

Autor: Vladimir Hidalgo . (tomado del original de WhatsApp)

Hijo de Rosa Aray y Francisco Díaz Castro, El Yagual vio nacer el 13 de noviembre de 1908 un niño pobre que se convertiría, por su apego al trabajo, en un próspero  empresario de San Fernando de Apure. Pasó de vender arepas, hallacas y empanadas por las calles de su pueblo natal hasta alcanzar el estatus de Don JULIO M. ARAY.

Junto a su madre llega muy chico a San Fernando  y a los 12 años se independiza para bregar en la pobreza por un futuro mejor. Estuvo fuera de su estado por varios años, pero luego retorna a su terruño. Con apenas segundo grado aprobado se convierte en chofer de plaza, como llamaban a los taxistas para la época. Gracias a esta labor conoce al general José  Domínguez, presidente del estado Apure, quien lo contrata como ayudante y chofer. Nace un estrecho vínculo entre ellos al extremo que Julio lo consideraba su padre. Llegó a ser Jefe Civil y cuando el general abandonó el cargo fluye su espíritu de comerciante. Llevaba encomiendas al centro del país y traía repuestos por encargo. Contrae nupcias con Doña Sofía Moyejas y de esta unión vienen al mundo sus hijos Julio, Rosa y Teófilo. De una relación anterior, Ricardo e Iraida.
 Su esposa y cinco
 muchachos fueron sus grandes amores, protegiéndolos siempre con pasión y dedicación.

La Segunda Guerra Mundial puso en sus manos un jugoso negocio de cauchos e instaló la primera bomba de combustible manual de Apure, ubicada en lo que hoy es la intersección de la Av Miranda y Paseo Libertador. Hasta allí llegaba el río Apure y en el invierno las canoas atracaban a orillas del negocio a entregar tambores de gasolina. Su prosperidad florecía y fundó su famosa empresa de ventas de partes automotrices "Auto Repuestos Juan Bimba", en donde más tarde se levantó el hotel La Torraca. Años después la muda al cruce de Bulevard con calle Comercio.

Del avance económico de Don Julio Aray se elaboró una leyenda urbana por todo San Fernando y resto del estado. Todavía muchos viejos apureños comentan que en su residencia de la calle Sucre c/c Plaza se encontró una jugosa botija llena de morocotas. Pero lo cierto es que él hacía negocios a conciencia. Arriesgaba, pero tenía olfato para detectar las buenas oportunidades. Por ello perteneció a ese grupo de hombres ilustres que surgieron en el comercio, sin especular ni robar a nadie, como fueron Félix Rodríguez, Pedro Salas, Emilio Rodríguez Seintón, Juan Bautista Sosa, César Montes, José Rafael Estévez, Nicolás Sánchez,  Juan Bautista Loreto, Carlos Rodríguez Rincones, Carlos Vivas, entre otros.

Viajó por muchos lugares aprendiendo su oficio. Estados Unidos, México,  Brasil y Argentina, algunos de los países visitados. Invirtió en la compra de los cines Libertador y Arauca y en la venta de vehículos Ford y Jeep Willys. Prestaba dinero "con la palabra como único documento" y no perseguía a quienes "se le iban con la cabuya en la pata". No dejó deudas ni enemigos. Cuentan que Atilano Gómez le cortó la barriga y se fue del pueblo creyéndolo muerto, pero al regresar a los años muy rico, le perdonó y reiniciaron la gran amistad y partidas de cartas. "Esa fue una pelea entre amigos borrachos", justificó Aray.

Fue flaco hasta los treinta años. Luego empezó a engordar y se le recuerda como un hombre barrigón, bonachón y mamador de gallo con sus amigos.
Vestía con elásticas,  pantalones anchos y sombreros Borsalinos, que lucía con su gruesa hebilla de oro cochano con su nombre grabado.

Le gustaban las ciencias ocultas. Junto a José Faoro buscó "entierros" en medio San Fernando. Tenía por ritual, todos los  31 de diciembre a la medianoche,  darse un baño en el patio de su casa con inciensos, esencias diversas y plantas, que colocaba en una ponchera, saltaba sobre ella en cruz chasqueando los dedos y rezando. Luego venía larga jornada de tragos. Su vecina la "Chinga" Zoppi, que conocía del ritual, cuando sentía el olorcito al sonar el cañonazo le gritaba, "Julio, tírame algo bueno pa mi casa que estoy empavaita".

Así fue Don Julio, un ser que vivió como quiso. Fue un triunfador, un amigo. En su niñez estuvo aislado, sin relaciones y recursos materiales de ningún tipo, pero con un corazón inmenso que lo ayudó a levantarse de la nada para lograr el éxito personal, económico y familiar. Fallece el 26 de febrero de 1972.

Esa firmeza y tenacidad, dirigidas por una capacidad de juicio realista y clara, que le hicieron conquistar capital, gozar de influencias, autoridad, respetabilidad y notoriedad, convierten a Don Julio M. Aray en un Personaje de mi Pueblo.

* Gracias a Teófilo "Negro" Aray, hijo de Don Julio Aray por todo el apoyo para construir esta historia, sobretodo por el artículo de mi primo el profesor Ronald Torres Bermúdez.








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